EL TÍO MAKAR

 





EL TÍO MAKAR

 

Vinieron los soldados a la aldea y, como no entendíamos nada, los recibimos con sonrisas. Ellos dijeron: «Tenemos órdenes». Nuestros padres buscaron al alcalde. Iban gritando mucho.

Dos días después, el alcalde nos reunió en la plaza y dijo que había protestado con todas sus fuerzas. Ahora parecía otra persona: tenía bastón, el rostro lleno de moratones y apenas podía mover un brazo. El alcalde nos dijo: «Los soldados tienen órdenes», se le escaparon dos lágrimas y algunas mujeres empezaron a secarse los ojos con el borde de sus faldas. El alcalde añadió: «Moscú necesita nuestro trigo». Miré a mi alrededor y vi llorando a mi madre y al tío Makar. Mi padre… no sabíamos dónde estaba.

«¿De qué vamos a comer, Dios mío? —pensó la madre—. No nos pueden hacer esto… Si se llevan toda la cosecha, no podremos sobrevivir; mi hijo, el pobre, va a morir de hambre. ¿Cómo voy a permitir que mi hijo muera de hambre sin hacer nada? ¿Qué hemos hecho nosotros para que el padrecito nos castigue de esta forma? Maldito sea el comité, maldito sea Moscú; cuando éramos simples bedniaks, vivíamos mejor que ahora. La revolución nos ha liberado, sí; pero nos ha liberado para morir de hambre».

El mismo día que llegaron los soldados, empezaron a llevarse el trigo. Entraban en las casas a patadas, rompiendo las puertas. A los hombres que gritaban «¡no!», les daban golpes con las culatas de sus rifles y les hacían heridas en la cabeza. A algunos les clavaron sus machetes y se les salieron las tripas. Muchos vecinos desaparecieron, mi padre también había desaparecido. Los vecinos dijeron que se lo habían llevado en un tren para cavar la tierra. El tío Makar dijo que conseguiría comida para nosotros y para los animales; pero, una noche, nos robaron las dos gallinas que nos quedaban y ya no tuvo que buscar más alimento para ellas.

Los campesinos, entonces, empezaron a comerse los caballos, los burros, los asnos, los bueyes, los conejos, los perros, los peces que conseguían atrapar. Los soldados se lo habían llevado todo y solo dejaron algunas berzas y coles, esas eran sus órdenes. Cuando se acabaron los animales de las casas, la gente comenzó a atrapar pájaros y luego cazaron ratas. También comían hojas de los árboles y hierba. Decían que salían unos guisos estupendos con las ratas y que les gustaba su carne. Las ratas, con el tiempo, también se acabaron. Todos estábamos delgados. Algunos se marchaban de madrugada, decían que iban a Jarkov o Mariupol, que están muy lejos de la aldea.

«¡Dios mío! Esto es cada vez peor. La gente está muriendo de hambre cada día —pensó la madre—. Los soldados han regresado a la aldea y se han llevado también las coles, los pimientos y las berzas con las que hacíamos los caldos. Moscú nos quiere matar de hambre, cada día mueren veinticinco mil compatriotas. Nos acusan de esconder las cosechas y siguen deportando hombres. Sí, quizá lo mejor sea morir… ¡Pobre hijo mío! ¡Si al menos fuera capaz de razonar correctamente…!».

Ayer el tío Makar dijo que iba a encontrarnos comida costase lo que costase. El tío Makar estaba muy flaco y no tenía fuerzas; se acercó al campamento de los soldados para robar comida. El campamento está cerca de casa y yo oí un disparo. Mi madre y yo nos acercamos para recoger el cuerpo de mi tío Makar, que tiene un agujero en la cabeza y toda la cara manchada de sangre seca. Mi madre me ordena: «Ayúdame hijo». Y, entre los dos, traemos a mi tío Makar a nuestra casa. Algunos vecinos quieren robarnos el cuerpo de mi tío Makar cuando lo traemos a casa, porque la gente se come en sus platos a los que van falleciendo; dicen que así no morirán ellos. Pero yo les digo «no», les tiro piedras y les enseño mis puños.

Mi madre no quiere que nos comamos el cuerpo del tío Makar. Hay un bando del nuevo alcalde en el que suplica a la gente que no se coma los cadáveres porque se propagan enfermedades.

Mi madre llora un buen rato y, al final, dice que puede encontrar un modo de que el tío Makar nos dé vida a ella y a mí. Va a hacer unos caldos muy sabrosos con los que ya no nos dará hambre.

 

© Guillermo Arquillos 21/05/24

 

(Basado en hechos reales).

 

 

 

 

 

 

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