Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2025

LO QUE NO DEBE SABERSE

Imagen
  LO QUE NO DEBE SABERSE N o lo podía creer: aquel jinete era su hermano. La chica se había imaginado que nunca volvería a verlo, que la dejaría en paz para siempre; pero lo cierto es que allí estaba, en su busca. Su propio hermano. Seguramente le habría vendido al marqués la noticia de su huida a cambio del caballo y de una buena bolsa de oro. En dos días su mundo se había desmoronado por completo. El marqués la había desposado en una ceremonia fastuosa; ninguna campesina había tenido jamás una boda así. Los amigos del noble le dijeron a su padre que el señor marqués se había encaprichado de esta hija y la cubrieron de joyas y sedas. Durante unas horas, la chica había llegado a ser la mujer del hombre más rico de la zona. Era algo totalmente inaudito, impensable. Pero luego, en mitad de la noche de bodas, la devolvieron a la aldea. La trajeron en un carruaje pequeño y discreto. La habían sacado del castillo sin dar explicaciones; le habían arrebatado las joyas, el vestido ...

A QUINIENTOS EL MILAGRO

Imagen
  A QUINIENTOS EL MILAGRO Llegué al bar Finlandia , el de mi amigo Ernesto. El dueño anterior era un guiri que se largó cabreado, entre insultos, porque no pillaba el sentido del humor de la gente del barrio. Ernesto, en cambio, tiene la pachorra del que ha visto de todo y al que ya nada le sorprende. Necesitaba ayuda: mi hija, de solo siete años, llevaba meses sin comer ni pizca. No es que fuera caprichosa ni que tuviera manías con la comida. Simplemente, era que no comía; y, claro, se nos iba apagando poco a poco. El médico, pobre hombre, no encontraba ninguna enfermedad. Nos mandaba vitaminas, suplementos, trucos de alimentación…, pero nada funcionaba. Así que fui al Finlandia a reunirme con un curandero . —¿Tú qué sabes de ese Remigio? —le pregunté a Ernesto mientras me ponía un vermú. —Ese es un timador de los buenos. Te vende agua de un charco y te garantiza que te cura, aunque tengas un cáncer. Ya verás que fiera está hecho. —Vaya, lo que me temía. Ernesto se ...