IGNORANCIA Y DOLOR
IGNORANCIA Y DOLOR Comencé a levantarme tarde, inventando palabras que brotaban espontáneamente, como la de «muermanidad», una combinación de «muerte», «hermana» y «soledad». En ella resumía el sentimiento que me asfixiaba al haber quedado “huérfana de mi hermana”. Durante semanas, sumida en mi muermanidad por Lisa, me olvidaba de cuidarme y dejaba que el sol naciera y muriera detrás del toldo del balcón, siempre con la taza de poleo en mis manos temblorosas, con las cejas arrugadas y vestida únicamente con un camisón. Jaime insistía en que me arreglase, que saliera, que viese a mis amigas. Pero es que él, que escapaba a trabajar en cuanto podía, no tenía ni pizca de muermanidad, porque Lisa solo era su cuñada; nunca había llorado en sus brazos. Nadie me había abrazado jamás como lo hacía mi hermana en vida, ni siquiera el mismísimo Jaime. Sicu…, bueno; Sicu era distinto. En cuanto venía del cole, se plantaba frente a mí y me decía que no se iba a mover hasta que no le sonriera u...