OLVIDAR
OLVIDAR Durante muchos años, mi padre no comunicó a nadie sus descubrimientos. Un día, cuando yo ya tenía mi propio laboratorio de investigación, le pregunté que por qué no anunciaba los avances conforme los iba consiguiendo. —Mira, hijo, en este mundo estamos rodeados de envidia. Hay algunos que no están dispuestos a que los colegas hagamos progresar la ciencia sin ellos mismos apuntarse el tanto. Y creo que entiendo más el cerebro del hombre que el lenguaje que hay que usar ante una audiencia de sabios que procuran que tropieces y que te caigas. —Entonces, ¿cuándo hablarás a la opinión pública? —Por ahora no, ya sabes. Todavía no es el momento. Ya llegará, ya llegará... quizá en un par de años. Pero primero tengo que convencerme de que mi proyecto está suficientemente maduro. Ese era mi padre: un trabajador constante, un investigador de las células nerviosas que nunca podría dejar de seguir estudiándolas. En aquellos años estaba luchando por descub...