Nosotros estábamos antes
Nosotros estábamos antes Mario llevó a la chica para que le curaran un corte que se había hecho cuando preparaba la cena. El chaval estaba sudando y se frotaba las manos sin sentido. Eran un par de críos, todavía no tenían dieciséis años, se habían escapado de sus casas y estaban viviendo como ocupas, escondidos. Una ambulancia que llegó en aquel momento trajo a Joaquín, un hombre que había tenido un accidente de moto. Al caer, un quitamiedos le había cortado el brazo derecho a la altura del codo. Pasada una media hora, Mario se acercó al mostrador: —¡Eh! Pedazo de gilipollas, que no somos estatuas —gritó—. Llevamos aquí un buen rato y ningún médico ha visto a Bea. ¿Es que queréis que le pase algo? El funcionario levantó la mirada y vio odio en los ojos del chico. —Espere su turno —fue todo lo que le dijo. Mario se inclinó por encima del mostrador y lo agarró por el cuello. Le cortaba la respiración mientras, sorprendido, abría los ojos como si buscara el aire que le...