A vida o muerte

A vida o muerte —Le tengo miedo a la muerte. Te lo he dicho muchas veces —dijo ella. Él miró el reloj de la pared. No paraba de avanzar. Entonces decidió que iba a respirar sin hacer ruido. «No quiero despertar esas agujas y que se pongan a correr. Quiero tiempo, quiero tiempo» —se dijo. —Han venido preguntando por ti, ¿sabes? Ella, desde la cama, lo miró con unos ojos enormes, como rosetones de una catedral. Él notó que se colaba en sus huesos el frío de un templo sin gente. Se fijó un instante en el gotero y lo odió. —¿Quiénes? —Los del trabajo, ¿cómo no? Querían desearte que todo vaya bien. Me han dicho cosas así… —No podía contarle que varios compañeros hasta se habían echado a llorar. Algunos parecían que iban a desmoronarse. Ellos también. Le acarició las manos. Las tenía frías, ¡qué novedad! Si no sintiera aquellos trozos de hielo en los que terminaban sus brazos, pensaría que alguna enfermera le había cambiado a su mujer por la noche. —Y tú, ¿qué le has dicho? —Que estaba...