Las simultáneas

Las simultáneas Quizá os interese saber, o quizá no, que su vida cambió el día en que dijo: —Abuelo, quiero que me enseñes a jugar al ajedrez. El abuelo lo miró con cara de asombro y con orgullo. Al fin y al cabo, había enseñado a los demás críos y que uno de ellos, uno más, se lo pidiera, era una prueba de la confianza que tenían en él, ya mayor. Aquella era una familia amplia en la que los nietos se educaban con los abuelos, los primos crecían juntos y los hijos aprendían tanto de sus padres como de los tíos, porque todos se sentían responsables de todos. Quizá os interese saber, o quizá no, que Jesús, a pesar de las evidentes dificultades que tenía y de las cuales todos eran conscientes, aprendió a jugar al ajedrez de la mano de su abuelo. Tendría unos doce años. Y se le daba tan bien, a base de trabajar más que los demás, que transcurrido un tiempo, ya le ganaba a su propio maestro. —Es que no había visto dónde estaba esa pieza —protestaba de vez en cuando. —¡Vale, abu...