Lo que era
Lo que era Se acordaba de lo que tenía que hacer, pero le temblaban las manos. «Además —se había dicho muchas veces—, a mí nunca me puede pasar eso, porque la gentuza no quiere líos con los jóvenes». —El pueblo ya no es lo que era —y torcía la boca—, cada vez queda menos gente que sepa valorar unos buenos zarcillos o un collar de perlas naturales. ¿Y el oro? Los únicos que siguen comprando oros son los que no se sabe si te van a pagar o van a salir corriendo. —Pero, abuelo, aquí todavía hay mucha vida —se quejaba Elías. —Antes, las familias invertían todo su dinero en piezas valiosas, porque las joyas nunca pierden valor —e iba asegurándose de que se quedaban las luces apagadas—. Además, desde que han traído el Corte Inglés, están tirando los precios. Mayores costes, menores márgenes. La ruina, ya te digo. La única razón para que el abuelo siguiera alabando las manos de las mujeres o sonriendo a las parejas que se probaban alianzas, era su nieto. Y Elías quer...